ENTREVISTA A ESTEBAN AMATTI-FUNDADOR DEL GRUPO TRANSMEDIA ARGENTINA, Y DEL PIFF
Estrenó un film
sobre el caso una joven poseída en la década del 80. Gano más de cincuenta
premios, solo en Estados Unidos. Historias reales sin actores reconocidos, que
recorren festivales internacionales. De las trampas del cine comercial a la
autogestión grupal. Ahora esta terminando de filmar su tercer largometraje,
también basados en hechos reales. ¿Quién es el misterioso Esteban Amatti?
Hablar
del apellido Amatti en Entre Ríos, es sinónimo de boxeo; ahora también de cine.
Esteban Amatti es un director, productor, guionista de cine y televisión que se
hizo bien de abajo. Arrancó a filmar con la premisa de privilegiar ciertas
historias y personajes que no estaban siendo abordados o que eran abordados de
manera estigmatizante: putos, tortas, travas, marginales, y, ahora, poseídos.
Con cada largometraje fue creciendo técnicamente, y nunca dejó de privilegiar a
esos relegados por el cine nacional. Y paso a paso, peli a peli, se fue haciendo
un nombre que hoy ya es marca registrada en festivales europeos y ahora en
Estados Unidos, donde su última película, “Oración”, lo está terminando de
consolidar en los festivales más prestigiosos.
Dice
él: “Sentía que el espectro audiovisual estaba poblado de personajes
hipotéticos, muchas veces representados por actores reconocidos, que en mi
mirada poco o nada tenía que ver con la fuerza e identidad de las vidas de las
periferias. A partir de ahí decidimos que nuestra productora y distribuidora Grupo Transmedia Argentina estaba
destinada a registrar sus procesos de vida y sus códigos de convivencia tan
particulares y asombrosos”.
En
“Oración” Amatti se enfoca en la historia de una joven que protagonizo uno de
los casos de posesión demoníaca mas conocidos en la provincia. Paraná, es el
pueblo que elige para contar sus historias; para mostrarle a la audiencia otro
submundo urbano lleno de doble vida, secretos y libertad. “Es una película cuyo
guión fue concebido hace 5 años y tiene que ver con hechos absolutamente
reales”, cuenta Amatti. “Todas nuestras películas queremos que sean de carácter
explorativo-etnográfico. No están hechas para quedar bien con nadie, pero sí
para contar las contingencias de sectores muchas veces invisibilizados”. La
película plantea una fuerte denuncia a la Iglesia Católica
al narrar historias cruzadas de curas de distintas épocas y lugares que
coincidían en la práctica del exorcismo, la mayoría de las veces a jóvenes. El
proceso del ritual del exorcismo es terrible, deja muchas secuelas, tantos
físicas como psicológicas. Por eso es tan complejo que realicen el ritual.
El
CICVE
Amatti
se suma a distintas movidas y traza un puente con su carrera cinematográfica:
“Básicamente trabajamos por la comunidad en toda esa experiencia tan intensa
del área social, no sólo artística. O sea: facilitar representatividad y
recursos audiovisuales a diferentes sectores sociales también es una forma de
servicio”, tal es el caso de “Avenida Amenos” la serie web mas vista del
momento en su ciudad natal.
Amatti es además uno de los fundadores de la primera escuela de cine en Paraná: Centro de Investigación en Cine y Videoarte Experimental, una organización conformada por personas a las que les gusta hacer cine. “Es una rama dela Asociación Civil
“Biblioteca Pedro Lemebel” de barrio EL Sol, que se reúne mensualmente para
pensar estrategias para el sector. Cualquier persona que cubra y que entienda
los principios puede acceder a la mesa coordinadora, es bienvenida, y no hace
falta tener antecedentes en el área audiovisual”.
Amatti es además uno de los fundadores de la primera escuela de cine en Paraná: Centro de Investigación en Cine y Videoarte Experimental, una organización conformada por personas a las que les gusta hacer cine. “Es una rama de
¿Qué hace, concretamente, el CICVE?
“En
el marco de esta red no nos involucramos con la parte de contenidos. Los
contenidos son totalmente libres y decididos por los propios aportantes. Comenzó
como un taller más de la
Biblioteca ; y la cosa fue creciendo. Sí nos metemos con las
instancias de producción. Asesoramos técnicamente, habilitamos material de
lectura y revisión de contenidos para la realización audiovisual. El préstamo
de equipamientos, la lamentablemente se corto (risas) porque son cámaras y
tecnologías muy caras, y hubo gente que nos las devolvió en mal estado (rotas);
si nos interesa un proyecto o un guión, lo producimos nosotros con nuestro
personal y equipamientos, como debe ser. También abogamos de que sean instancias amables, que no haya
maltrato, que las personas puedan ir al baño, hidratarse y que haya un período
de descanso”.
Desde tu experiencia, ¿qué cuestiones fuiste aportando al CICVE?
El
marco principal es que vos podes tener una carrera perfecta, lógica y reconocible
sin apelar a fondos concursables. El tema de los fondos es muy estresante,
tienen forma muy esporádica y cada vez más disminuida. Tener una carrera
pendiente de ellos se complejiza y hay otras formas de producir con mayor
constancia y con total libertad. Eso es lo que ofrece el CICVE, y es lo que da
nacimiento al PIFF (Paraná Internacional Films Festival) donde el premio mayor
del festival es producir un largometraje al ganador.
¿En qué estado está la industria nacional respecto al
financiamiento?
Es
algo que va más allá del INCAA: es a escala latinoamericana. Vengo viendo desde
hace unos 3 años que los festivales cada vez tienen menos apoyo, incluidos los
nuestros; año a año se nota un detrimento justamente de la producción, los
fondos son cada vez más restringidos, el avasallamiento de las distribuidoras
norteamericanas es cada vez más notorio. En base a esta realidad es que hemos
desarrollado justamente el Grupo Transmedia Argentina para poder llegar a
escala continental y sin pasar por ciertos organismos.
¿Qué pasa con los festivales?
Es
muy difícil entrar en festivales en líneas generales. Primero, si no te
conocen, porque no te conocen; y segundo, cuando tenés muchas películas, porque
tenés muchas películas. Me siento un privilegiado cada vez que entra una
película nuestra en un festival. De hecho nosotros nos desligamos: tenemos una
distribuidora, que se llama “Grupo Transmedia Argentina, para la cual fue
creada; que ya tiene justamente su red de contactos y promueve retrospectivas o
películas en competencia, o vende las películas a otros distribuidores. Yo fui
distribuidor, entre el 2007 y el 2010, estrené acá en el país y decidí
conscientemente no ser parte del área de distribución porque es muy caótica y
tenés que dedicarte a eso. Yo me dedico hacer contenidos.
¿Cómo se sobrevive en ese mundo del cine comercial?
Hay
algo que no negociamos que es el corte final, los contenidos y la elección de
los personajes. De hecho me ofrecieron dirigir para una productora de
contenidos masivos (Netflix) y dije que no, porque en esos casos siempre algo cedes.
Y la vida pasa muy rápido para hacer cosas de las cuales no estás convencido. Si
edite varios trabajos para la misma. Entonces prefiero dedicarle el tiempo a
películas que amo hacer y siento que me representan y que son un servicio para
la sociedad. Las otras, que las haga otro (risas).
Si viene Netflix y quiere comprarte una película, ¿qué le decís?
Si
la pagan, bueno, justamente derivaremos ese dinero a nuevas producciones
cooperativas. Así que no habría ningún problema.
Hablabas del cine como un servicio a la sociedad. ¿Por qué el
cine es un buen lenguaje para eso?
Tengo
fascinación por el cine desde los 7, 8 años, cuando pude empezar a verlo. No
puedo explicarte por qué, pero tengo una devoción total. He practicado otras
variantes artísticas como fotografía, pintura y escultura; pero no me
cautivaron al nivel del cine. Hay una cuestión de introspección a la que te
puede llevar el cine que incide en el inconsciente colectivo. No es lo mismo
que se hagan películas como se hicieron acá, que si no se hacen. No es lo mismo
que podamos abordar ciertos temas, o que no podamos. Tengo un amigo que me
decía que filmar en España una película contra la policía como acá es
imposible. Pero que se haga una película sobre las fuerzas criminales
españolas, no es lo mismo. Entonces el cine tiene una incidencia en las
construcciones sociales. Una fuerza total.
¿En qué momento crees que la industria se apropia del cine y
deja de contar historias de ese tipo de denuncias?
A
mi juicio fue en la guerra de Vietnam, cuando el audiovisual estaba del lado
del vietnamita porque en los noticieros del mediodía se veía norteamericanos
quemando con NAPALM y lanzallamas a gente que no le había hecho nada. La
presión social contra la guerra fue tan grande que los políticos no pudieron
hacerse los idiotas, fue una derrota absoluta. Y entendieron el peso de lo
audiovisual. ¿Qué hizo ese poder? Captó Venecia, Cannes, Berlín, desde la
programación y la premiación: las distribuidoras gringas dominan ese espacio.
No son lugares de descubrimiento ni de debate. Nunca fue tan ecléctico el marco
audiovisual y nunca estuvo tan acotado a esos festivales decadentes que no
descubren nada porque no quieren descubrir. No hay nada más racista ni mediocre
que la entrega del Oscar. Lo más interesante es que nadie sabe por dónde pasa.
Pero por ahí es seguro que no pasa. El propio Leonardo Favio se negó a ir a la
entrega de los premios Oscar, porque decía que con el dinero que se gastaba en
pasajes, el hacia dos o tres películas, y ayudaba a actores, técnicos, etc. a
que lleven el pan a la mesa de sus hogares.
¿Por dónde pasa? ¿Qué películas de cine contemporáneo te gusta
ver?
Mi
pareja, Nora, es cinéfila. A mí me gusta muy vehemente, con mucho carácter
escénico, a ella le gusta más contemplativo, emocional. Vemos mucho cine. Nos
gusta el cine no mainstream, sino ciertas producciones del mainstream:
Wolverine, por ejemplo, la última. Algunas de X Men. La que más me gusto
siempre es Batman, con Heather Ledger como Guasón.
¿Y de Argentina?
Nueve
reinas, El último Elvis, El rey del once, La estrella; y muchas más te podría
nombrar. En el Grupo Transmedia Argentina nos hemos dedicado a explorar
contingentes reales asumiendo toda la cuestión irreverente que eso conlleva: no
nos agarramos del método ni la complacencia sino de lo que hace falta. Y eso
hace que te olvides de tus expectativas y que te centres en lo que sea
necesario para ser coherente con esta puesta. Uno de los casos más explícitos
es Magaly, mi primer largometraje: no la hicimos para quedar bien con ningún
sector, sino para dejar un testimonio.
¿Cómo se perciben tus personajes e historias en el exterior? ¿No
hay algo muy local?
No
tanto. Cuando estuve en España con “El ocaso del Deseo” me hicieron
devoluciones tan precisas que no se habían visto en Argentina. En la parte
emocional somos bastante parecidos. En Alemania, el año pasado, con “Oración”
hicimos una retrospectiva bastante profunda y se entiende todo perfectamente,
no hay nada que pase desapercibido. En México, este año, en la semana mundial
del orgullo gay, esta vez hubo preguntas muy interesantes y constantes: nos
sacaron de la sala porque la gente no dejaba de preguntar.
¿Te imaginas tu vida sin cine?
No
podría. Me gusta por lo complejo, porque estoy a merced de lo nuevo, de la experimentación.
Soy un atormentado (risas) de aprender desde cero. Todo se renueva. Las
tecnologías dialogan en un ida y vuelta que me resulta muy propicio.
¿Qué proyectos a futuro tiene Grupo Transmedia Argentina?
Justamente
estamos filmando mi tercer largometraje sobre un baile de carnaval que se
realizo en el 73 en el club Neuquén. Es un proyecto con mucho despliegue
escénico y va a ser rupturista en muchos sentidos.
Hablaste anteriormente de los Oscar… ¿Y si algún trabajo tuyo
queda seleccionado alguna vez para los premios de la Academia ?
Y…me tendré que
hacer cargo (risas) e ir hasta Hollywood. Pero esperemos ese momento, no nos
adelantemos todavía. Faltan varias Red Carpet pisar.
En este momento no
te puedo decir si iría o no. Cuando llegue ese instante vas a ser el primero en
saber si voy (risas).
¿Qué es lo que más te preocupa?
Creo
que si hay algo que está haciendo mucho daño, y por algo se hace, es el
algoritmo. En la música, en la literatura, en las noticias periodísticas, más
en los programas televisivos. Hay una cuestión algorítmica que agobia y
estupidiza y adormece. Mucho más en el cine. Ahora, si la población no fuera
receptiva, eso no sería posible. La crisis genera una gran crisis de
creatividad, cuando en el mundo todos sabemos que en los 70 hasta el pop era
creativo. Cada película era un nuevo barajar y tirar. Eso rara vez sucede
actualmente. Las crisis son depurativas. La música cada vez más masiva, de
supuestos cantantes legitimados por el medio, que componen canciones que se
parecen a algo que ya hemos escuchado. Pero evidentemente hay una vocación de
la sociedad por el adormecimiento. Veo tanto, pero no veo nada. Mi tiempo vale
muchísimo; prefiero estar escribiendo a ver siempre lo mismo. Siento que esa
luz ya la vi, que esa impostura ya la vi, que esa carga política también y que
el final va a ser aleccionador. Por eso es fundamental generar los propios
espacios.
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